Con organización levantamos al territorio: lo que aprendimos sobre el 4 de agosto (Movimiento Solidario por la Vida Digna)

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Aquella noche fue no sólo una experiencia emocionante, sino también de aprendizaje para compañeros y compañeras. Veíamos cómo se expresaba la violencia en forma de guerrilla, de resistencia urbana que, hasta ese momento, la sentíamos más en los libros y videos que en nuestra cotidianidad.”

 

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El simple aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”

Como Movimiento Solidario por la Vida Digna también nos hicimos parte de la protesta popular de la jornada del 4 de agosto del 2011. En ese momento ya teníamos algunos años de organización y aún nos llamábamos Colectivo Cultural y Educación Popular La Bandera. Éramos una organización joven, dedicada a fortalecer la organización infanto-juvenil de nuestra histórica población y con un trabajo dedicado de ensayo y error.

Aquel día se llamó a una jornada de protesta nacional y todas y todos nos volcamos al centro de la ciudad. Fuimos a vivir la experiencia porque sabíamos que era una noche muy distinta a las demás, y decidimos que no organizaríamos nada como colectivo, sino que era necesario asistir de manera más personal, obviamente siempre cuidándonos entre nosotros, pero ninguna acción en concreto que realizar. Desde la periferia no tuvimos problemas para abordar el centro de Santiago, la estación Los Héroes fue nuestra primera parada y la interrumpida Alameda no nos impidió desplazarnos hasta Vicuña Mackenna donde nos sumamos a las barricadas. Al calor de ellas nos dimos cuenta que la policía no daba abasto para detener tanta manifestación, el reventón social que hubo esa noche nos dio la sensación de libertad en las calles. Nos tomamos las calles, las llenamos de consignas y sentíamos que el de al lado sabía por qué estaba ahí, por qué situado en una esquina se hallaba metiendo ruido, sentíamos que había un proyecto, un interés común, porque nuestra generación –que vivió su infancia en los noventa o dos mil– demostraba de manera clara que tenía convicción de cambiar algo de manera radical y estructural, algo que sólo habíamos oído en boca de nuestros viejos y sus historias.

Entre Parque Bustamante y Plaza Italia costaba recorrer las calles. Sin embargo, para nosotros, el centro se veía hermoso, intransitable, desbordado por las barricadas… uno de los centros más lindos que recordamos. Después bajamos hacia Los Héroes nuevamente y de ahí nos metimos por Santa Ana, donde hay una pasarela que conecta con la Universidad Arcis. Un piquete policial nos venía persiguiendo, pero arrancamos y alcanzamos a escapar hacia el Parque Brasil. Ahí también se plagaba de barricadas, donde había mucha organización, se podían ver sistemas organizados de resistencia, era visible que había una cobertura estratégica donde se desplegaban ejercicios de lucha.

Aquella noche fue no sólo una experiencia emocionante, sino también de aprendizaje para compañeros y compañeras. Veíamos cómo se expresaba la violencia en forma de guerrilla, de resistencia urbana que, hasta ese momento, la sentíamos más en los libros y videos que en nuestra cotidianidad. Como organización joven sacamos varias lecciones, como, por ejemplo, qué resistencia íbamos y vamos a desarrollar y a sociabilizar con nuestros compañeros y compañeras, porque no hay que dudar que, si bien la policía no dio a basto, ese día estaban dando balines, la represión estaba como siempre, ahí al pie del cañón defendiendo los intereses de la burguesía y la jornada de protesta también evidenció la fuerza del enemigo en ese sentido.

Vivimos una jornada emocionante, sin duda. Nos permitió reactivar la motivación a seguir organizándose, sentíamos la fuerza militante que invitaba a seguir resistiendo, donde era más necesario que nunca dotarse de herramientas para la construcción de un proyecto popular y esa es de las importantes enseñanzas que nos dejó el 4 de agosto.

Pero también nos permitió compartir el descontento con gente que no estábamos acostumbrados a ver en nuestros territorios. Fue muy grato ver que no éramos solo nosotros, los de siempre, los que estábamos protestando, sino también la señora con su cacerola. Veíamos con agrado cómo ya no criminalizaban las piedras que le daban a la policía. Finalmente, todas y todos querían protestar, todos querían estar en la calle.

Una vez de vuelta en la población no había mayor movimiento. Los vecinos y vecinas que salen a las calles cada 29 de marzo y 11 de septiembre no aparecieron, por lo que sentimos necesario llamar a movilizarse el 24 de agosto al paro convocado por la CUT. Si los niveles de movilización que presentaba el 4 de agosto no sacaba a nuestros vecinos a la calle, es porque también era nuestra responsabilidad. Las organizaciones han de dar vida a los pequeños núcleos territoriales y, si rechazábamos el control del poder central, había que responder generando mayor participación activa, de modo de cortar un paradigma político de representación para que, en cambio, la gente se represente a sí misma en sus asambleas, movimientos y federaciones. Que en la jornada del 4 de agosto no se haya vivido nada en el territorio nos señaló una responsabilidad primordial como organización y es la de ser facilitadores de procesos de configuración y diseño político educativo de todas las áreas de la vida del ser humano, y de ahí, es la apuesta de llamar a movilizarse el 24 de agosto, estimular finalmente la resistencia, resistencia que para nosotros es organización.

Lecturas post 2011

Para nosotros, que nos organizamos desde los territorios, la lucha del movimiento estudiantil es parte también de nuestras luchas. Nos sumamos con bastante propiedad ya que en las poblaciones hay estudiantes, hay trabajadores, hay una multitud de distintos oficios y personalidades. De ahí que, para nosotros, es fundamental estar estimulando y mantener un ciclo permanente de lucha, viendo que existía un interés común que compartía la gente que salía a la calle a luchar por cambios estructurales, que en ese momento se daban por la educación de calidad, gratuita y universal. Luego del 4 de agosto tomamos la decisión de sumarnos a la lucha y plegarnos al paro convocado por la CUT, el 24 y 25 de ese mismo mes.

Comenzamos a hacer lo que siempre habíamos hecho en la población: autoconvocarnos en las calles, las que consideramos un espacio natural de las organizaciones y del pueblo en su conjunto. De la idea de mantener un ciclo de lucha permanente se produce un doble efecto: se activan, por un lado, las organizaciones internas, el colectivo mismo se va alimentando y va activando su moral, y, por otro lado, vamos viendo que el impacto social que esto produce era favorable a la organización. Era idóneo el momento político, a nivel de la participación que se estaba logrando en las movilizaciones, y eso motivaba el hecho de seguir. Se sentía un respiro agradable: había mucha gente organizándose.

Territorializar’ el conflicto.

La coyuntura del 2011 abrió problemáticas que la gente acá en la población vive in situ, a la vuelta de la casa. Como La Bandera tiene memoria organizativa, llamar a la movilización no fue difícil, y fue lo que hicimos para las Jornadas de Protesta del 24 y 25 de agosto: nos autoconvocamos, tiramos afiches y palomas para reunirnos y se generó la movilización callejera.

La jornada tuvo una masiva asistencia y entre organizaciones políticas y sociales, además de muchas familias con sus cacerolas, sentimos que ya todas y todos sabían lo importante de salir a la calle ese día a manifestar el descontento por el modelo económico y de representatividad del país, lo que se vio expresado en el saqueo a la Municipalidad el día 24 de agosto. No fue algo planificado, fue espontáneo, pero fue un ataque monumental. Lo más entretenido de la jornada fue el lanzamiento de un gas a la barricada, pues todos nos alejamos ya que nadie sabía lo que pasaba cuando explotaba un gas. Sin embargo, sólo se abrió la lata, tirando destellos de fuego.

Duró mucho la jornada de protesta. Después hubo bastante represión, pero nuevamente fue una linda jornada, fue un lindo mes en realidad. El 2011 fue un año increíble: había muchas actividades culturales y muchos carnavales que buscaban darle importancia a la organización popular para conquistar los derechos despojados que tenemos, dándole un sentido comunitario a la lucha.

Fue al alero de la agitación de ese año clave que logramos levantar la “Coordinadora Popular Sur” -COPOSUR-, que organizó encuentros por la educación. La combinación de la experiencia que teníamos trabajando con la gente de la pobla, así como con niños, jóvenes, mamás y educadores, la que nos llevó a levantar un proyecto político: del 2011 a la fecha hemos tenido como horizonte principal el control comunitario de la educación, y tratamos de materializar ese concepto con acciones concretas, estableciendo la Escuela Pública Comunitaria. Así mismo, vimos cómo, junto con la educación, había muchas más problemáticas que afectaban a nuestra gente.

Creemos que, a la fecha, la organización ha tenido un giro más reivindicativo, impulsando un proyecto de barrio desde y para las y los pobladores, de diseños participativos de la vivienda, de territorio, todo esto gracias a la organización. Este proyecto es un giro político que nos permitió, desde el 2011, trabajar y vernos a nosotros mismos. Se sabe que el Estado configura una dominación importante, pero también nosotros sabemos que podemos organizarnos desde y para nuestro conocimiento, nuestros saberes, etc., definiendo una relación con el Estado más bien instrumental, en donde ellos tienen el dinero, dinero que es nuestro y que preferimos tener para fortalecer nuestras organizaciones locales. De ahí que se opta por línea de expropiación económica al Estado, exigiéndole financiamiento, pero manteniendo nuestra autonomía e independencia orgánica y metodológica. Ése es el límite que uno le marca al Estado, el dónde y cómo se introduce en los proyectos populares.

Lo que el 2011 propició en la población

Las organizaciones florecieron acá en la zona sur después del 2011. Desde entonces nos vimos obligados a articular una organización ‘más política’ con los piños y ahí hubo una piedra de tope, porque la articulación requeriría dar un paso más ideológico: no se podía construir con tantos proyectos políticos si cada uno estaba por su lado. Ahí nos dimos cuenta, como organizaciones, lo importante que era juntarse, fortalecerse y formarse para luego volver a los territorios a explotar un poco la experiencia. Ahí nos dimos cuenta que teníamos experiencia orgánica ‘por arriba’, y era el momento de volcarnos a los territorios. En ese proceso, nos fuimos con hartas ‘ganadas’: una organización de redes culturales y educativas, distintas infraestructuras para los territorios, crecieron los colectivos, crecieron las herramientas y también creció el sentimiento de ‘creernos el cuento’. Fue un quiebre a nivel de militante de creerse más el cuento en el trabajo de base, así como también en el trabajo dirigencial o de “facilitadores de procesos de organización de gente no organizada”. Desde entonces nuestra intención ha sido motivar y estimular a la gente para que se organice. De ahí que nos enfocamos como organización en el lado más reivindicativo, formando el Movimiento Solidario Vida por la Digna, que nos da una identidad más política, cultural y social, pues no es un partido político. Somos anti-partidarios, creemos bastante en lo que es lo federativo en los procesos políticos, la autogestión como horizonte, entendiendo la autogestión como el proceso de gestionar directamente lo que involucra todo lo que es salud, educación, cultura.

Este movimiento se funda el 2015 y viene directamente de la tradición de las luchas del 2011, que se caracterizaron por su fuerte crítica al modelo económico y al modelo de representatividad. Estos fueron ejes fundamentales para nosotros, así como también el modelo antipatriarcal al que adhiere nuestro movimiento, determinando una línea transversal en nuestra organización, la del feminismo como eje de trabajo, así como el antiestatismo y la independencia de clase.

Yo creo que es algo que le está pasando a todas las fuerzas revolucionarias de Chile, en algunas partes con mayor medida o con mayor impacto, pero para nosotros es una línea importante de trabajar. Los procesos sociales no tienen mucho sentido si no tienen esta línea de base, y era algo que no se tocaba el 2011. Siempre han existido las organizaciones de mujeres, pero últimamente es que se han ido consolidando y adquiriendo mayor visibilidad. Porque una crítica constante del 2011 fue que, en espacios más orgánicos, la voz de las compañeras era vetada, privilegiando en las ‘élites dirigenciales’ sólo a los hombres.

Panorama de la organización actual en la Pobla

Definimos el movimiento desde una perspectiva de construcción, sobre todo para entregarnos identidad y una ‘carta de navegación’ para pensar e ir construyendo realmente un proyecto. Yo creo que por eso nos constituimos como un movimiento, para pensar realmente un programa o una agenda propia que vaya satisfaciendo las necesidades concretas que en el día de hoy tenemos: casas dignas, pensar en 90 o 100 metros cuadrados para las viviendas, sacar a los traficantes de las poblaciones. Esto en sí es un problema en donde los sistemas de seguridad estatales no están dando abasto, y la única opción que nosotros vemos, en ese sentido, es la organización cultural y educativa en los territorios -que es la que nos ha resultado actualmente-. Nos hemos dado cuenta que la gente está adhiriendo a espacios orgánicos serios, que realmente pueden darle un producto. En vivienda la gente se moviliza porque se sabe que es una necesidad concreta, y cuando uno ve una oportunidad de terreno, por ejemplo, es una buena oportunidad que hay que saber aprovechar, y lo hacemos a través de la organización y de la lucha.

Desde ya estamos planificando los barrios, los sistemas de asamblea de los mismos barrios. Es una prefiguración que nosotros planteamos importante: desde hoy debemos empezar a construir lo que queremos más adelante. Para nosotros la ‘prefiguración autogestiva’ es un concepto que no lo pensamos tanto como concepto, sino como una práctica. La idea es empezar a desarrollarlo desde ahora, y por eso, creemos, ha prendido tanto en la Escuela Pública Comunitaria de La Bandera, así como también en la organización de niños y de jóvenes: fortalecer la organización más allá del fortalecer el currículum y los contenidos, a través de la metodología del juego más lúdico, más aterrizado a la necesidad de los chiquillos.

Nos hemos dado cuenta que nuestro eje fundamental es la participación, y, mientras mayor participación logramos en los territorios y las asambleas, para nosotros es un indicador de que vamos avanzando en niveles autogestivos importantes como proyecto político y social.  Por el contrario, si lo que nosotros estamos facilitando dentro de los espacios territoriales no está generando participación, se está vislumbrando una estructura más bien vertical, una cúpula decidiendo. Para nosotros eso es alejarnos del eje más autogestivo, fortaleciendo un sistema de dominación que lleva más de dos mil años. Mientras más participación de gente no organizada haya, más sentimos que vamos por buen camino.

Con la fuerza de los territorios, construimos comunidad organizada”

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