Jornada de protesta del 4 de agosto del 2011 en Chile: Aprendizajes en movimiento (Cristián Olivares)

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“(…) en ese momento, mientras caminábamos, nos hicimos conscientes de algo que había cambiado en nosotrxs: el andar por la calle se nos hizo costumbre. Nos dimos cuenta que eran tantas las marchas en las que habíamos participado y la osadía que teníamos, que no sabíamos si era porque la calzada nos quedaba chica o simplemente la calle ya era nuestra.”

 

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Intentando hacer una retrospectiva en general de lo que ha significado los ciclos de movilizaciones en torno a la educación del último tiempo y que se han ido manifestando de diversas maneras, me he dado cuenta que, en algunos grupos, ha influido directamente en lo que es nuestras vidas hoy en día, pues es inevitable al hablar de ello no hacer la relación entre quienes tuvimos la oportunidad de crecer en lo que podríamos llamar los procesos de movilización más importantes del país post-dictadura y lo que estamos haciendo hoy en día. Es este sentido, por ejemplo, muchxs somos parte de esa generación que para el 2001 fuimos de enseñanza básica y veíamos a lxs más grandes movilizarse por el pase escolar; que para el 2006 fuimos de la media y nos tocó a nosotrxs organizarnos y salir a las calles a marchar o tomarnos nuestros establecimientos escolares, y que después, a razón de ello, incluso decidimos estudiar pedagogía, y en ello nos auto-sorprendimos con un 2011 muy agitado, todo lo cual pudo ser causa de que hoy en día estemos en diversos espacios educativos, formales, informales y/o populares desde los cuales intentamos por todos los medios posibles contribuir a los necesarios procesos de transformación social.

Sin duda que dentro de todo ese proceso, el 4 de agosto del 2011 ha sido uno de los hitos que más recordamos, pues fue una fecha en la que más visibilizamos nuestra fuerza y nos permitió vernos a nosotrxs mismxs en un proceso de mucho mayor alcance, ya que a 2 meses de movilización, al menos en el entorno donde me movía en ese entonces, ocurrían varias cosas, experiencias que vivimos de diversas maneras y que nos fueron fogueando en el camino en cuanto a saber cómo organizarnos y en ir profundizando en diversas discusiones. Simplemente para dar cuenta de ello desde el testimonio, en mí caso particular.

Como Colectivo Diatriba, al igual o similar que otrxs compas1, en respuesta a que no nos convencía del todo las propuestas emanadas desde el CONFECH y el Colegio de Profesores, de nuestras condiciones laborales en cuanto trabajadorxs de la educación, de lo que queríamos en lo educativo y de la interpelación que el mismo movimiento nos generaba al no poder ser ajenos a lo que ocurría, estábamos terminando de elaborar el documento inicial de la Educación Pública Comunitaria2, donde planteamos la idea de defender la educación pública pero no desde una perspectiva estatal que fuera controlada por lxs mismxs de siempre y en función de sus intereses en cuanto sistema hegemónico, sino que por las comunidades educativas y en todos sus aspectos (económicos, administrativos, curriculares, etc.), lo cual hoy en día se ha ido materializando en las experiencias de la Escuela Pública Comunitaria del Barrio Franklin y la Escuela Pública Comunitaria de Valparaíso en el Cerro Las Cañas.

A partir de las “redes diatriberas”, en ese tiempo tuvimos la oportunidad de ir a trabajar a algunos liceos en toma un Cuadernillo de Autoeducación Popular3 que elaboramos a modo de contribuir con las discusiones en torno a lo escolar y lo educativo. Además, junto a otrxs compas, apañamos en levantar y desarrollar la experiencia del Liceo Autogestionado Eduardo de la Barra de Valparaíso, experiencia similar que se desarrolló en 3 liceos más, pero que en el fondo surgía en respuesta a lo planteado desde el gobierno, pues mientras lxs de arriba decían que lxs estudiantes éramos flojxs y que queríamos perder clases, nosotrxs construíamos nuestras propuestas desde las experiencias y en nuestros espacios ocupados, haciendo nuestras propias clases, apuntando a autoeducarnos y mantener la movilización, experiencias que en conjunto con la OPECH y Centro Alerta, pudimos registrar y publicar un libro editado por la Editorial Quimantú4, a modo de ir contribuyendo a la sistematización de nuestra memoria popular, sobre todo mientras están en desarrollo las experiencias.

En la Carrera de Historia y Geografía del Pedagógico, entendiendo el espacio de movilización como un espacio de autoformación y autoeducación constante en cuanto a lo educativo, tratábamos de dar discusiones cada vez más profundas, que fueran materializándose en diversas declaraciones que compartíamos por las redes sociales, además de apañar liceos en toma. Todo lo descrito, después nos ayudó a levantar en el 2012 la experiencia de “Historia y Geografía del Pedagógico Autogestionada”, lo que no solo nos permitió sostener la movilización en el tiempo y conseguir todas nuestras demandas, sino que además nos llevó a profundizar en nuestras reflexiones en cuanto a nuestra formación docente y lo que queríamos como trabajadorxs de la educación5.

En este sentido, las formas en cómo se desarrolló y expresó el movimiento fueron múltiples y creativas en muchos aspectos, y expresadas en diversos espacios que van desde la calle y los espacios tomados, hasta la producción escrita de lo que íbamos realizando, todo lo cual nos llevó a que en muchos espacios conversáramos sobre lo que estaba ocurriendo. Así, la movilización se convirtió en algo importante de lo que hacíamos, se hizo parte de nuestra cotidianeidad. Además, estas formas de movilización fueron un avance desde el “pingüinazo” del 2006, puesto que claramente ese proceso nos ayudó a tener aprendizajes que nos contribuyó a movernos de mejor manera en el 2011, todo lo cual, entre otros elementos, puede que haya ayudado a lograr una de las principales ganadas del movimiento: conseguir evidenciar la crisis del sistema escolar y sacar la discusión educativa nacional de la institucionalidad, socializándola en la cotidianidad entre la población, haciéndonos a todxs parte no solo del diagnóstico del problema, sino que también de la solución, lo cual puede que haya influido en que en las calles hubiera un clima, una mística que a todx quien quisiera participar o hacer algo –literalmente lo que fuera– tenía el espacio para hacerlo, convirtiéndose las calles, los liceos, las universidades y todos los espacios donde ello se desarrollaba, en grandes escuelas donde no solo el movimiento se iba autoformando en buscar nuevas formas de movilización que llevan a grandes saberes para el día de hoy, sino que se alimentaba la esperanza de que otra educación y otra sociedad era posible, pues todo lo que se hacía –desde el dormir en tu toma, hasta el ir a marchar– contribuía a ello.

En este contexto, recuerdo que ese 4 agosto del 2011, si bien pensaba que participar de todas las marchas era importante, esta tenía una particularidad especial, y es que junto con salir a marchar con lxs diatribas y mis compas del Pedagógico, también fuimos con mi mamá (que pidió “día administrativo”, y que desde que ganó el “No” que no salía a marchar), mis hermanitas (la Cote de 7 años y la Nicole de 13 en ese entonces) y unxs amigxs de ellas de sus mismas edades, lo cual era por el llamado que se había hecho de todxs a marchar, aun cuando no hubiera habido autorización, puesto que nuestra sensación era que ya nadie podía ser indiferente a esta situación.

De este momento en particular, más allá de lo que comúnmente se sabe de esta fecha, recuerdo dos situaciones que me son importantes. La primera de ellas, es que me llamaba mucho la atención el cómo los diferentes piños que teníamos afinidades nos íbamos juntando en la marcha, incluso con nuestros más humildes lienzos y pancartas, que, con diferentes mensajes, hoy nos podemos dar cuenta de que iban anunciando parte de los discursos que en la actualidad levantamos desde diversos territorios donde empezamos a construir otra educación. Y la segunda, es que mientras marchábamos, de repente, en forma sorpresiva, reventó una bomba de ruido. Mi mamá, asustada, me tomó de la mano y me abrazó, pues me dijo que le hizo recordar la represión que vivió en las marchas en contra de la dictadura y ya suponía lo que se venía, evidenciando, un poco, las continuidades que, en plena “democracia”, se siguen teniendo con ese periodo. Por suerte, con represión y todo, supimos cuidarnos y no nos pasó nada.

Posteriormente, algunxs fuimos a almorzar juntxs y era imposible no hacer un balance de lo ocurrido ese día: la represión de carabineros, el mensaje de los medios de comunicación, la gran masividad que teníamos como movimiento, pero que nos faltaba todavía identificar cómo materializarla en procesos de cambio concretos, etc. Más rato, tuve que hacer unos trámites en el centro y vi cómo carabineros lo tenía prácticamente sitiado, pues ante cualquier tipo de manifestación, sin respetar que hubieran guaguas, niñxs chicxs o personas de tercera edad, lanzaban bombas lacrimógenas y agua desde sus guanacos, generando que aumentara cada vez más el repudio entre quienes presenciábamos tales situaciones, pero también el que conversáramos ante tal represión entre las personas desconocidas que allí estábamos, deslegitimando el actuar de la fuerza policial, a la vez de legitimar al movimiento. Fue un día donde era imposible no hablar del tema educativo, del actuar del gobierno, la represión policial y lo que ocurría con las marchas: el movimiento se hacía parte de nuestras cotidianeidades.

Ya en la noche, por el clima que vivimos ese día y conversando como familia y con vecinxs, fuimos con mis hermanitas, mi mamá y mi papá al “cacerolazo” en la Plaza Brasil, pues suponíamos que alguna concentración iba a haber allí, al saber que era un punto de encuentro común. Nos reunimos en la esquina de Brasil con Huérfanos de la plaza. Había banderas chilenas, de la barra de la Universidad de Chile, pancartas y lienzos. La gente participaba con gritos, consignas, ollas y mucha alegría. Por las barricadas y el que la gente estaba en las calles, cada vez había menos autos y los que pasaban era para apañar con sus bocinas. Cualquier herramienta que permitiera mostrar adherencia al movimiento era bienvenida y aceptada. Entre personas que no nos conocíamos, nos veíamos como un gran piño en pos de un objetivo común: por un momento, en plena protesta, nos convertimos en comunidad. Obviamente, carabineros no tardó en aparecer e inútilmente apostó a dispersarnos, pero, inmediatamente luego de arrancar, volvíamos a tomarnos nuestra esquina, y cada vez más adentrándonos a la calle, al punto de sentirla nuestra. En esos momentos, aun cuando era sólo ese ejercicio constante, sentíamos que estábamos haciendo algo importante, que había gente en otros lugares haciendo lo mismo que nosotrxs y que éramos parte de algo mayor.

Finalmente, cuando nosotrxs lo decimos por el cansancio que implicó ese día, nos fuimos felices y sin mayores complicaciones. En el camino, vimos cómo un par de jóvenes quemaban un basurero que había en Cueto con Catedral. Sin embargo, en ese momento, mientras caminábamos, nos hicimos conscientes de algo que había cambiado en nosotrxs: el andar por la calle se nos hizo costumbre. Nos dimos cuenta que eran tantas las marchas en las que habíamos participado y la osadía que teníamos, que no sabíamos si era porque la calzada nos quedaba chica o simplemente la calle ya era nuestra.

Más allá de lo que después pasó con el movimiento y sus dirigencias, el 4 de agosto del 2011 significó muchas cosas para quienes tuvimos la oportunidad de vivirlo. Entre ellas, fue un acto de dignidad, donde ante el discurso que se emanaba desde los medios de información hegemónicos, el cual diagnosticaba que la movilización iba en caída, en la calle como movimiento y diversas comunidades demostramos que teníamos legitimidad y seguíamos en pie, y que ante la represión nuestra respuesta fue estar presentes; y por otra parte, junto con haber sido una de las jornadas de protesta más importantes a nivel nacional del último tiempo, puede que también haya sido uno de los puntos más álgidos de la movilización que nos permitió vernos a nosotrxs mismxs, en cuanto a empezar a tomar conciencia de cuánto nos estaba influyendo en nuestro actuar y forma de ver lo que estaba ocurriendo.

En este sentido, considero que uno de los grandes aprendizajes que nos han ido dejando las movilizaciones y que lo empezamos a ver con más claridad desde ese 4 de agosto del 2011, fue el ir evidenciando cómo el movimiento en sí mismo se va convirtiendo en un proceso autoeducativo que no sólo se queda en la producción de textos, sino que además nos va forjando como nuevxs sujetxs con otras formas de relacionarnos y de ver tanto la realidad como a nosotrxs mismxs, donde ya vamos asumiendo que no podemos ser ajenxs a lo que nos ocurre y que debemos hacernos cargo de tal situación, construyendo propuestas y levantando experiencias. No por nada, muchas de las personas que hemos tenido la oportunidad de vivir estos procesos, hoy en día, con todas sus limitaciones, aciertos y desaciertos, estemos en diversos territorios levantando colectivos, editoriales, bibliotecas populares, experiencias autoeducativas, de apropiación de nuestro trabajo, de sistematización de nuestras experiencias, levantando espacios de contrainformación, huertos, académicos, de salud, etc., y que nos han ayudado a irnos encontrando en el camino.

En definitiva, a partir de esta lectura testimonial, pienso que la movilización en toda su magnitud, ha estado siendo un gran proceso autoeducativo, del cual hoy podemos ver alguna de sus implicancias. Sin embargo, como movimiento, todavía no somos capaces de visualizar su proyección, pues es un proceso que sigue avanzando con diversos ritmos en diferentes espacios y territorios, siendo éste, tal vez, uno de los grandes desafíos a abordar.

1Entre ellas, por ejemplo: la Propuesta Para la Educación que Queremos de la ACES, el Congreso Social de Educación Para un Proyecto Educativo, Preuniversitario Popular y Revolucionario El Cincel y la Universidad Popular de Valparaíso, Escuela Libre y Popular Víctor Jara, Escuela Itinerante A Pata Pelá, Liceos Autogestionados, Colegio Paulo Freire, Escuela Comunitaria República Dominicana, Jardín “Mi pequeño mundo organizado”, Escuelas Libres, Escuela Comunitaria La Bandera, entre otras. Cabe decir que muchas de estas experiencias o se potenciaron con este movimiento, o surgieron a partir de procesos que se dieron desde lo que allí se vivió.

2Colectivo Diatriba. Las luchas por la educación: Entre el Mercado, la Nostalgia y Nuestras Resistencias. Agosto de 2011. Disponible en: http://www.archivochile.com/Chile_actual/01_mse/0/MSE0_0025.pdf

3Colectivo Diatriba. Cuadernillo de Auto-Educación popular. “Aspectos críticos del sistema escolar”. Herramienta para la reflexión colectiva de Liceos en movilización. Junio de 2011. Disponible en: http://www.opech.cl/bibliografico/doc_movest/2011/cuadernillo_autoeducacion_liceos_movilizados.pdf

4Colectivo Diatriba & OPECH/Centro Alerta. Trazas de Utopía. La experiencia de autogestión de cuatro liceos chilenos durante 2011. Editorial Quimantú, Santiago, 2011. Disponible en: http://movimientoestudiantil.cl/wp-content/uploads/2015/12/129-Trazas-de-Utop%C2%B0a.-La-experiencia-de-autogesti%C2%A2n-de-cuatro-liceos-chilenos-durante-2011-Colectivo-diatriva-OPECH.pdf

5Tal experiencia la sistematizamos una semana antes de que finalizara, y fue publicada en: Olivares Gatica, Cristian. Sistematización de “Historia y Geografía del Pedagógico Autogestionada”: Nueva forma de movilizarnos, nuevos aprendizajes. En Revista Marejada. Voces, Pensamiento y Movimiento Pedagógico, Nº 2, 2015, pp. 47-57. Véase en: http://issuu.com/redepuch/docs/marejada_3corregida

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